Deshidratación y diarrea: enemigos de la salud infantil

La principal complicación de la diarrea es la deshidratación. Se manifiesta mediante aumento de sed, disminución del volumen de la orina, boca seca o pegajosa, irritabilidad o decaimiento. Aprende a identificarla y trátala a tiempo.

Por L. N. Guadalupe Montes Casillas*

Una de las condiciones más frecuentes durante los primeros cinco años de vida es la diarrea, la cual puede deberse a infecciones por virus, parásitos y bacterias, a ciertas enfermedades del tracto intestinal, a una intoxicación alimentaria o a una reacción al consumo de algunos medicamentos.

En bebés e infantes la diarrea aguda o infecciosa es la más común. Se calcula que entre 70% y 80% de los casos se deben a virus, entre 10% a 20% a patógenos bacterianos y el resto a Escherichia coli diarreogénica.

Este tipo de diarrea ocurre por beber líquidos o alimentos contaminados con esos microorganismos o por llevarse objetos/dedos sucios a la boca, lo que ocasiona síntomas como aumento en el número de deposiciones (más de tres veces al día), disminución de la consistencia (líquido o aguado), dolor abdominal, náuseas o vómito y fiebre.

Su principal complicación es la deshidratación, la cual se manifiesta mediante aumento de sed, disminución del volumen de la orina, boca seca o pegajosa, irritabilidad o decaimiento. En casos graves hay ojos hundidos, inconsciencia, pulso débil y el bebé o infante puede caer en shock.

El tratamiento está enfocado al manejo de los síntomas, pero en algunos casos requiere medicamentos; por ejemplo, antibióticos. De manera paralela se aconseja el uso de suero oral rehidratante de grado médico a base de agua, glucosa y electrolitos como cloruro de sodio, cloruro de potasio, cloruro de calcio, cloruro de magnesio y lactato de sodio. Su objetivo es ayudar a reponer las sales minerales y el agua que el menor pierde con cada deposición.

Estas soluciones -recomendadas por autoridades sanitarias- deben administrarse durante la duración del episodio diarreico. El Proyecto de Norma Oficial Mexicana PROY-NOM-031-SSA2-2014 para la atención a la salud de la infancia, indica que después de cada evacuación los niños menores de un año deben recibir media taza (75 ml) y los mayores de un año una taza (150 ml) a través de cucharaditas o sorbos pequeños. Esta misma NOM señala la posibilidad de administrar 100 ml por kilogramo de peso, en dosis fraccionadas cada 30 minutos durante cuatro horas, tras lo cual hay que evaluar el grado de deshidratación y adecuar la dosis.

Es muy importante verificar que el suero oral contenga glucosa, la cual es indispensable para facilitar la absorción de los electrolitos a través del intestino delgado, así como para transportar el sodio y agua al interior de la célula para facilitar su rehidratación. 

En cuanto a la alimentación se aconseja que durante el episodio diarreico el lactante continúe la alimentación al seno materno y que los infantes ingieran productos bajos en grasa, arroz, pollo y pescado y verduras como papa y zanahoria evitando a las bebidas azucaradas y/o gaseosas.

Para prevenir la diarrea en menores de cinco años se aconseja extremar las medidas de higiene, desinfectar superficies y juguetes, lavarse las manos con agua y jabón, procurar agua clorada o purificada, lactancia exclusiva durante los primeros seis meses de vida.

*Licenciada en Nutrición Clínica y Maestra en Ciencias de la Salud por el Instituto Politécnico Nacional (IPN).